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Por: Manuela Marín / Guerrillera Frente Antonio Nariño, Bloque Oriental de las FARC-EP


El 18 de mayo, el país conocía oficialmente el inicio de la operación Marquetalia, cuyo objetivo central era aniquilar en aquella región de nombre sonoro, a la más extraordinaria generación de cuadros agrarios que este país, hecho de rebeldías y resistencias haya conocido.

Pretendían culminar así, con una operación diseñada para algunas semanas, más de tres décadas de represión contra el pueblo trabajador como respuesta brutal de la godorrea colombiana, sustrato de curas y terratenientes a la derrota de 1930 que acabo con 45 somnolientos y mohosos años de “regeneración conservadora” o sea oscurantismo y reacción, porque contrario al criterio corriente, el asesinato de Gaitán no desencadenó sino que agudizó la represión y la violencia contra los trabajadores del campo y el proletariado naciente, que bautizado a plomo en 1928 se desarrollaba lenta pero continuamente.

Lo que si generó la violencia oficial fue la determinación del pueblo de resistir y dicha decisión acompañada de la orientación del PCC en 1946 de crear las autodefensas campesinas le dio un giro histórico y definitivo al acontecer político del siglo XX y hasta nuestros días; ya la lucha no sería mas de hombres armados contra el pueblo indefenso, sino de hombres armados contra hombres armados. Y es que hasta las masas liberales ya no serviles a las vastas oligarquías se alzaron a la lucha armada contra la dictadura de Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez.

Aunque las obvias vacilaciones de la dirección política de dichas guerrillas liberales las hizo presa fácil del contubernio que finalmente zanjo a favor de la oligarquía liberal-conservadora la dictadura de Rojas Pinilla.

Pero un pueblo no se levanta un día para apoltronarse al día siguiente y la semilla de la lucha ya no contra los godos a favor de los cachiporras sino contra todos los ricos, prendió en los más avanzados lideres agrarios en busca de un horizonte ideo político asentado en la firmeza y sirvieron a encontrarse con la inclaudicable lucha de los comunistas colombianos por dar al traste con el régimen político de corrupción y muerte y su impúdica sumisión al imperialismo yanqui.

Y a estos hombres y mujeres que no luchaban ya porque se fueran unos y llegaran otros sino para que se fueran todos y ascendiera el pueblo, había que exterminarlos según la prescripción de Washington; pero del dicho al hecho hay un trecho y en este caso se llama dignidad, dignidad para luchar, resistir y vencer, en lenguaje militar estrategia y comando.
Y estrategia acertada y comando idóneos hubo en Villarrica, surgieron entonces columnas de marcha para poblar otras tierras pero con las mismas ideas: vida digna y justicia para todos.

El Tolima, El Cauca, El Caquetá y El Meta, se convirtieron de pronto en nuevo baluarte de aquellos que nada doblegan.

Ni el asesinato por la espalda de Jacobo Prias Alape en el 60, ni el intento de toma a Marquetalia en el 62 hicieron sucumbir los anhelos de la nueva Colombia porque se matan a los hombres y no a las ideas, sobre todo cuando esas ideas son revolucionarias y se han convertido en partido y organización.

El 27 de mayo, 9 días después de su anuncio, se presenta el primer combate en la vereda La Suiza, y allí, surge la leyenda, pero no de las que hablan de guerreros que matan y sobre los cadáveres aún frescos exigen coronas, sino de hombres que enfrentan no una sino 16.000 bestias y nunca mendigan Libertad.

Fueron 42 hombres y 2 mujeres los elegidos para que con humildad labraran la historia; pero no estaban solos, con ellos estaba la intelectualidad progresista de su época y los sindicatos clasistas y los estudiantes y los patriotas y las pobrerías de las ciudades y del campo y hasta hace muy poco cosechando el fruto de su sacrificio y abnegación convertidos en FARC EP, tuvimos a Manuel, más que ejemplo, más que héroe mitológico; quienes no vivimos esa gesta en carne propia desde el comienzo, la vivimos a través suyo, nuevas generaciones educadas bajo la experiencia y genialidad de un verdadero revolucionario; hoy ya no está con nosotros físicamente pero gracias a que estuvo, ahora su lucha es nuestra, no nos cansaremos de rendirle homenajes y no olvidaremos nunca nuestro deber: ser como él.

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