Durante las largas décadas del régimen del “apartheid”, un régimen inspirado en normas dictadas por un movimiento racista blanco que había simpatizado sin disimulo con el nazismo, y que gozó de la abierta complicidad de los “liberales” blancos sudafricanos de procedencia británica, Miriam Makeba fue uno de los símbolos más libres y más combativo de la resistencia.
Nacida en Johannesburgo el 4 de marzo de 1932, aunque pasó su infancia en Petroria (en el Transvaal), Makeba comenzó a cantar en la década de 1950 con el grupo Manhattan Brothers, tras lo que fundó su propia banda, The Skylarks, que mezclaba jazz con música tradicional surafricana. En 1959 en medio de una gira por Europa, supo que el gobierno racista le negaba ser ciudadana de su propio país, de un continente que la acabaría llamando la "mamá de África". Desde entonces, la voz de Miriam Makeba dio la vuelta al mundo en discos y conciertos, sin dejar ni por un solo momento de acusar a los opresores de su país, ni tampoco a sus amigos y cómplices, que no fueron poco por cierto. Entre ellos, podía destacar por estos lares Manuel Fraga Iribarne que, a principios de los años ochenta publicaba dos lindos artículos en El País para contar lo bien que se había sentido en su viaje. Sudáfrica –venía a decir- era el país más adelantado del continente gracias al eficacia de su régimen, y daba como ejemplo lo mal que funcionaban los otros gobernados por los propios nativos.
Se trataba de una adaptación original de la famosa frase de Wiston Churchill, así el del “apartheid” sería el peor régimen del continente africano exceptuando todos los demás. Ahora también lo dicen –Público- del capitalismo…En realidad, Churchill tendría que haber dicho que la democracia burguesa era el peor sistema porque no permitía que hubiera ninguna otra.
Pero a pesar de los poderosos amigos del “apartheid”, Miriam aparecía un poco por todas partes –yo la recuerdo de un número de El Correo de la UNESCO que era de los más libre que se podía leer por aquí allá por la mitad de los sesenta-, y se había convertido en un referente radical desplegando sus propias tradiciones, y los trajes típicos de su tierra a la manera de Frida Kahlo, dando nervio a grandes espectáculos donde su voz cálida y su gran presencia eclipsaban a los instrumentos étnicos que la acompañaban, y su voz era igual potente y melodiosa. Raramente se olvidada de decir las cuatro verdades, y la gente que iba a escucharla lo sabía. Miriam actuó en muchas partes, también en cine en algunas películas de mensajes rotundos como sería el caso Sarafina…
Esta carrera suya no habría sido la misma sin la sabia mezcla de jazz y tradición africanista, y tampoco habría logrado el impacto que logró sin el apoyo de sus camaradas norteamericanos empezando por su cómplice Harry Belafonte, que le ayudó a entrar en Estados Unidos. Allí el prestigio de Miriam se consolidó, ella con su militancia acentuó fuertemente los vínculos entre el movimiento negro norteamericano más radical y la resistencia contra el “apartheid”. Miriam tuvo no poco que ver con el impulso de un cine norteamericano contra el “apartheid”, una plataforma que contó con vigorosas contribuciones de Sidney Poitier, Danny Glover, Morgan Freeman, Woopi Goldberg, y de blancos como Barbara Hershey, Marlon Brando, Susan Sarandon, Donald Sutherland, etcétera.
Miriam estuvo en toda la “movida” insumisa de los “Black Panthers”, y estuvo casada durante unos años con su líder más reconocido, Stokely Carmichael…Aquellos fueron unos años de agitación permanente, y la artista vivió bajo la estrecha vigilancia de la policía política del régimen o sea del FBI, que finalmente, como parte de una conspiración para desarticular el movimiento, obligó a Miriam y a su marido a trasladar su residencia a Guinea Conakry, donde residió hasta su regreso a Sudáfrica el 10 de junio de 1990 después de la excarcelación de Nelson Mandela, quien tiempo después le ofreció participar en su Gobierno. Mal le hubiera ido a Miriam entrar en la reforma pactada que permitía al ANC gobernar siempre que no tocara los frutos del expolio que durante décadas, sino siglos, el colonialista blanco impuso sobre la mayoría nativa con una crueldad que no debería ser olvidada.
Ahora esa mayoría es más libre, pero también más pobre.
La artista surafricana cantó durante más de media hora en el espectáculo organizado por Roberto Saviano, amenazado de muerte por la Camorra que tan buenas amistades tiene entre las autoridades políticas y eclesiásticas italianas. Al final se sintió cansada, y falleció a cuenta de un cargo cardiaco. Dentro de lo que cabe, el suyo ha sido un epitafio digno de su carrera. Ahora recibirá toda clase de honores, pero habría que recordar que su lucha tenía todavía mucho camino por delante. En Italia, pero sobre todo en Sudáfrica a pesar de que ahora gestionan los que se reclaman de su legado.
Pero Miriam cantó luchó contra el “apartheid” pero también contra la miseria y el engaño. A nosotros nos quedan su recuerdo (y sus discos).
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