Al Gordo Páez.
Una noche cualquiera, Adrianita durmió abrazada a los miedos.
Miraba a la ventana con los ojos pelados, si el árbol se movía, nerviosa se tapaba.
El coco la seguía.
Me va a comer el coco, que es una cosa grande, es como diez personas, es peludo y muy rápido- le dijo Adrianita a todos sus amigos.
Hay que portarse bien, hay que dormirse rápido, hay que bañarse bien y hacer ya las tareas, porque el coco maligno nos chupará la sangre, nos echará picante y nos tragará todos, le dijo Francisquito a los demás muchachos.
Lloraban a escondidas, desvelaban los niños, era todo el buen día un cumplimiento fuerte de las normas del coco.
Hasta que un día Adrianita se levantó temprano, y al saber que el gran coco perseguía varios niños:
Convirtió el miedo en rabia y se cansó del coco, le dijo a Francisquito que no iba a permitir tanto abuso del coco. –No importa si me come, pero ese coco malo ya me tiene cansada, se mete con los niños, no pienso permitirlo-
Francisco, como siempre de gran enamorado, se asumió gran valiente y acompañó a Adrianita. Llamaron a otros quince y una noche muy tarde, armados con escobas, palos y espantapájaros desafiaron al coco los diecisiete niños.
Desde entonces del coco no se supo más nada.
Willey Peñuela
LA MUCHACHA Y EL COCO
en 15:58
Etiquetas: Jesús Gordo Páez
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