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CAPITALISMO VS PROCESOS DEMOCRÁTICOS DE LIBERACIÓN NACIONAL

Por: Sergio Gil

Se hace detestable la presentación y venta de las tesis y teorías por parte de quienes ofrecen a los: “capitalismos democráticos” como la isla de la fantasía, semejante circo en la que caen los sesudos politólogos de talla liberal; pues ante la desfachatez no han faltado voces que se pronuncien e identifiquen a los defensores del vaticinio de la destrucción, razón que es totalmente contradictoria, opuesta una de la otra, el capitalismo no es democracia, ni la democracia verdadera puede ser capitalista, por sobremanera que son planteamientos adversos desde todo punto de vista sistémico.

Democracia, este término proveniente de la antigua Grecia del siglo V a.C. que deriva de “demos” que significa (pueblo) y de “kratòs” que significa (poder o gobierno) sin caer en otras derivaciones de neologismo que le den otra significación etimológica a este término cual en su sentido completo significa (Gobierno del pueblo).

Es preciso conocer que desde ese entonces las clases sociales quienes conformaban la sociedad griega desarrollaron un “sistema democrático” excluyendo a las grandes mayorías quienes eran: los pobres, los esclavos y las mujeres, es decir el concepto de -democracia ateniense- recogido como primer ejemplo historiográfico no ha cambiado para nada en nuestros días, precisamente cuando se sigue aplicando a cabalidad con igual sintonía los artilugios que expresa, difunde, promueve y ejecuta esa minoría representante de la clase burguesa cual impone por encima del principio de la igualdad y la justicia social sus valores e intereses propios y particulares que en su lógica encarna el Estado burgués, enmarcado en todo un sistema como lo es el capitalismo, hoy en su máxima exacerbación internacional y mundial como lo es el imperialismo.

El pueblo a través de la historia de todos estos tiempos ha sabido identificar a la falsa que encubre la “democracia”, la democracia con apellido del gran capital, la (democracia burguesa) enemiga de cualquier intento que trate de cambiar y destruir el diseño ideológico establecido en la superestructura de la sociedad todo lo (político y jurídico) el orden establecido del aparato de dominación y control de lo establecido que es ese Estado burgués: las leyes, sus normas, estructuras de poder que rigen el desarrollo de la vida social y económica implantado por medio de restricciones dirigidas hacia el seno de las grandes mayorías explotadas y trabajadoras para el mantenimiento del status quo.

Esta democracia se muestra como la forma noble de organización del poder político que se encuentra muy lejos de pretender querer transformar la distribución existente del poder y la riqueza en función de un proyecto emancipatorio, no solo porque coarta y priva cualquier impulso de liberación sino porque reproduce y fortalece la democracia liberal burguesa dotándola de nueva legitimidad ante la sociedad, debido a que son gobiernos que pese a surgir del sufragio universal tienen como sus principales y casi exclusivos beneficiarios a las minorías adineradas.

La democracia en el capitalismo, es el contrato que asumen las clases trabajadoras/ explotadas cuales renuncian a la lucha política e ideológica por la transformación de la realidad, a los procesos de liberación nacional y continental a cambio de negociar las condiciones de su propia explotación.

Ahora bien, la superación de un modelo democrático (democracia burguesa) que muy bien demostrado en su viva realidad no es nada democrático plantea desafíos prácticos nada sencillos de resolver, teniéndose en cuenta; en primer lugar que ninguna democracia en el buen sentido del termino no es igual o ni puede ser igual a otra, debido a que existen realidades socio-históricas distintas desde todo punto de vista de las particularidades cuales predominan en cada pueblo o nación.

Entonces una de las salidas para enfrentar esta falsa democracia, es cambiando el carácter, fundamento y objetivo que define a la democracia en el capitalismo, es decir que pasemos definitivamente a la practica de una democracia participativa que resida sin obstáculos en el poder de decisión de las masas del pueblo, de las mayorías, donde estas tengan el poder organizativo y protagónico de desarrollar las políticas necesarias para la liberación de su núcleo social como clase, como parte del colectivo integral del pueblo y no de u determinado grupo o una individualidad.

Avanzando en una estricta alianza contrahegemónica, de carácter antimperialista que apunte a la unidad del pueblo explotado por contrarrestar los antivalores, y la miseria heredada por el capitalismo y sus aliados acuñados en la burguesía, la pequeña-burguesía, las estructuras del Estado y el aparato de opresión, el Estado burgués.

Para ser capaces de dinamitar el orden implantado por el sistema capitalista y crear esa nueva democracia, la democracia del poder popular que abra camino a la independencia, a la soberanía popular, a las facultades de procesar mecanismos de autogobierno que quiebre el clientelismo y la dependencia a la que asiste la política blanda de la democracia en el capitalismo, cual se traduce en lo mas despiadado contra el respeto y los valores esenciales de lo humano hace de la sociedad un estadio de cómplices podredumbres porque recurre a los vicios de la burocracia y la corrupción, es permisiva del mas nefasto anacronismo sistémico.

Es una teoría diseñada en la falsedad, en la demagogia, en el tapiz de cimentar una invulnerabilidad por mantener la coexistencia de una estructura estatal y a su vez mundial de subordinados (explotados) a la orden de una línea patronal (burguesía) pertenecientes a los grupos dominantes de la economía y la política local, regional e internacional. Es inconcebible decir que pueda existir “democracia” en el capitalismo, si esta democracia pasó a ser el gobierno controlador de los bienes de la producción y asimismo de la distribución de la riqueza social que esta basado en la desigualdad, en el enriquecimiento más y más de los propietarios de los medios de producción, de los defensores de la propiedad privada, porque afirma su lógica en destruir cualquier intención real de redistribución social de lo que producimos los trabajadores, no significa ninguna decisión en la participación de las trabajadoras y los trabajadores en la venta de su trabajo producido.

Nada más lejano, pues, del formidable desafío que iría a proponer Marx desde sus escritos juveniles, a saber: ¿cómo constituir un sujeto colectivo capaz de liberar a la sociedad de todas sus cadenas, superando la atomización y fragmentación propias del individualismo de la sociedad burguesa? Planteado en términos hegelianos, ¿cómo hacer que ese vasto conglomerado popular deje de ser una clase en sí y se convierta en una clase para sí? La respuesta, que no la puede ofrecer la teoría sino la práctica emancipatoria de los pueblos, nos remite a algunas problemáticas clásicas del marxismo: la formación de la conciencia, el problema de la organización y las formas de lucha de las clases subalternas. Además, ¿cómo hacer para que estas cristalicen una correlación de fuerzas que les permita instaurar una democracia genuina, que nos acerque al ideal del autogobierno de los productores? En otras palabras: no se puede pensar en otra democracia sin también pensar en otros sujetos, distintos al individuo abstracto del liberalismo cuya productividad política se agotó hace rato. Pregunta tanto más complicada cuando se recuerda que la centralidad excluyente que Marx le había asignado al proletariado industrial exige, luego de siglo y medio de incesantes transformaciones del capitalismo, un radical replanteamiento de la cuestión.

Ahora los eventuales sepultureros del capitalismo, prosiguiendo con una imagen clásica, dispuestos a poner en cuestión los fundamentos del viejo régimen son muchos. Parafraseando los versos de Antonio Machado podríamos concluir diciendo algo así como militantes no hay sujeto, se hace el sujeto al andar. Un andar en donde se entretejen todas las luchas sociales desatadas por las múltiples formas de opresión capitalista: explotación, patriarcado, discriminación, sexismo, racismo y ecocidio, todo lo cual provoca el florecimiento de múltiples sujetos dispuestos a resistir y vencer. El viejo proletariado industrial ya no detenta el papel estelar del pasado. Es cierto, pero ahora no está solo. Ninguno de estos sujetos puede reclamar a priori un papel hegemónico o de vanguardia en la imprescindible gran coalición contra el capital. Esto se decidirá en la coyuntura, en función de la capacidad efectiva de dirección (organización, conciencia, estrategia y táctica) que cada quien demuestre en la lucha.

Cabe rescatar parte de la obra de Barrington Moore Jr, ningún capitalismo democrático fue instaurado sin que previamente se produjera lo que ese brillante teórico denomino: “una ruptura violenta con el pasado, es decir, una revolución”.

Hay que echar un vistazo a los parajes de la historia y allí tenemos cual ha sido la historia de Inglaterra, Francia y en Estados Unidos, las potencias capitalistas de la modernidad por excelencia del siglo pasado donde no se ha producido alguna ruptura, en efecto cual fue el resultado sucedido en Alemania o Italia, fue el fascismo. Precisamente porque no va ser la ausencia o la desaparición de antagonismos sociales, los indicadores objetivos que expresaran en la sociedad que vamos en camino de una democracia consolidada, tampoco lo contrario. De manera que en tal caso servirá para poner en evidencia que hay respuesta contra el orden establecido, que intentan impulsar el cambio de gobierno y de Estado por otro nuevo.

La renuencia a enfrentar el problema, teórico y práctico a la vez, de la revolución nos conduce a un callejón sin salida puesto que se estaría suponiendo que las clases dominantes del capitalismo estarían dispuestas a admitir pacíficamente la entronización de un modelo democrático postliberal que promueva la soberanía popular, el protagonismo de la ciudadanía, y la participación más que la delegación/representación incompatible con la preservación de sus privilegios. Las enseñanzas de la historia, en cambio, confirman irrebatiblemente que esto no es así.

De tal forma que no van a ser los pañitos de agua tibia que curen tan agobiante y profunda enfermedad, es decir, no van a ser las reformas, ni las revisiones del pasado conjunta a la realidad del presente posmodernistas las que desnudaran por completo el arribo de la profundización de una real democracia de cara a la humanidad que es una sola, no obedece a fracciones o a porciones altas o medias de la misma sociedad en toda su complejidad y particularidad que han asistido a devastadoras crisis económicas y guerras provocadas por estas llamadas terceras vías, producto de la socialdemocracia, de esa derecha hipócrita y déspota de América Latina íntimamente articulada entre ellas y las clases dominantes del imperio, con representantes políticos como los halcones de Washington, es fácil concluir que cualquier iniciativa de profundización democrática desencadenará un abanico de respuestas represivas de todo tipo.

(Parte del trabajo investigativo realizado para el Cuaderno “Capitalismo” de la Escuela Bolivariana del Poder Popular)

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