Por Dax Toscano Segovia/CCB- ABP Ecuador
El 30 de noviembre de 2008, la colombo-francesa Ingrid Betancourt inició una gira por diversos países de América Latina con los propósitos de, según la ex candidata presidencial, “agradecer a los presidentes latinoamericanos que participaron de una u otra forma en su liberación”
y de “llegar a constituir un gran frente multinacional para facilitar la liberación de los rehenes que aún permanecen en manos de las FARC-EP; así como presionar a ésta organización para que dejen las armas y busquen el camino de la democracia”.
Betancourt parece desconocer la historia cuando las FARC-EP, a través de la Unión Patriótica participaron en la vida política colombiana, siendo asesinados más de 5 mil líderes de esa agrupación política por el Estado oligárquico-paramilitar, entre ellos muchos guerrilleros.
Tras su arribo a los países latinoamericanos, Ingrid Betancourt hizo evidentes los verdaderos objetivos de su viaje. En Brasil calificó a las FARC-EP como una “organización de terroristas” y dio su respaldo a las acciones militares del gobierno de Uribe contra la guerrilla. En Bolivia volvió arremeter contra las FARC-EP al calificarlas de “cartel de la droga”.
Tras su fuga y la de otros prisioneros en manos de la organización insurgente, entre los que se encontraban tres agentes norteamericanos, posibilitada principalmente por la traición de dos comandantes guerrilleros encargados de la vigilancia, control y seguridad de ese grupo, operación en la que participaron los aparatos de inteligencia colombianos, norteamericanos e israelitas, en la que en forma ilegal se hizo uso de logotipos de la Cruz Roja Internacional, Betancourt lanzó loas al ejército colombiano y procedió a abrazarse con el ministro de Defensa Juan Manuel Santos, uno de los principales artífices de la política guerrerista del gobierno narco-paramilitar de Uribe y al general Mario Montoya, responsable, directa o indirectamente, de un sinnúmero de crímenes perpetrados por el ejército colombiano y los paramilitares contra civiles colombianos acusados de colaborar con la guerrilla.
Luego de ese primer episodio conmovedor, donde se demostró que los medios una vez más habían mentido sobre la situación de los prisioneros en manos de las FARC-EP, puesto que la salud de Ingrid Betancourt, luego de un chequeo médico al que se sometió en Francia, demostró estar en perfectas condiciones más allá de la situación penosa y lamentable que significa un encierro, la ex candidata presidencial colombiana se enfrascó en la participación y realización de un sinnúmero de actos para denunciar la situación de los “secuestrados” en manos de las FARC-EP. Para ello ha contado además con el respaldo de artistas como Alejandro Sanz, investigado por evasión de impuestos, Shakira, Carlos Vives y Juanes, músicos que gozan de aceptación en el mundo de las disqueras internacionales. Ingrid Betancourt ha recibido, cual heroína, un sinnúmero de reconocimientos en Europa por su valentía y entereza.
Hasta la presente fecha la ex candidata presidencial solo ha hecho referencia a los prisioneros en manos de las FARC-EP, pero, como es obvio, no ha dicho ni una palabra sobre la situación de los cerca de 7200 presos políticos en manos del Estado colombiano. De igual manera mantiene un mutismo absoluto sobre las amenazas, persecución y los crímenes perpetrados contra campesinos, estudiantes y sindicalistas por parte del Estado terrorista colombiano y sus organizaciones paramilitares.
Durante su gira Betancourt prácticamente tampoco ha dicho nada sobre la situación de pobreza real que viven más allá de la mitad de colombianos y colombianas. Mucho menos ha hecho referencia a la concentración desigual de la propiedad de la tierra en el campo colombiano donde 22 millones de hectáreas están en manos de 12 mil terratenientes, mientras tres millones de campesinos pobres apenas poseen dos millones y medio de hectáreas. Nada importa a esta representante de la burguesía colombiana la situación del 60% de hogares rurales colombianos que viven por debajo de la línea de pobreza.
La gira de Ingrid Betancourt, a quien bajo propuesta del gobierno de la chilena Michelle Bachelet y del peruano Alán García se la postularía para el premio Nobel de la Paz pese a su defensa abierta y pública de la política militar de Uribe, demuestra que está ejerciendo el papel de vocera de ese régimen narcoparamilitar, cuyo propósito es el de lograr que se dé un espaldarazo a su lucha contra la insurgencia colombiana, así como robustecerlo en la región y el mundo con el pretexto de que está luchando contra el terrorismo de las FARC-EP, causa común, según lo establecido por los maestros de la propaganda estadounidense y colombiana, de todo el mundo. Ingrid Betancourt le ha proporcionado al gobierno colombiano otra eficaz cortina de humo para ocultar los graves problemas de corrupción que lo acechan en todos los niveles, así como su política criminal.
Quedan atrás las declaraciones de Betancourt cuando acusaba Uribe de tener vínculos con el paramilitarismo. Hoy, incluso, no se inmuta cuando deja entrever que Uribe debería tener opción a una tercera reelección presidencial.
Ingrid Betancourt ha mostrado, una vez más, su verdadero rostro: la de ser una pieza en el engranaje de la maquinaria del Estado narcoparamilitar colombiano.
La categoría gramsciana de hegemonía demuestra aquí su importancia: cuando la clase dominante y sus representantes ven peligrar sus intereses terminan aliándose para luchar contra su enemigo común que, en el caso colombiano, es, fundamentalmente, la insurgencia revolucionaria.
Mientras Ingrid Betancourt recibe el respaldo de Uribe, de Sarkozy, de los mandatarios latinoamericanos que ha visitado en la región (los mismos que han enfocado sus dardos únicamente contra las FARC-EP y han dejado de lado la política criminal del régimen narcoparamilitar enquistado en el Palacio de Nariño) y de falsimedia a nivel internacional, se oculta la campaña de persecución desatada por el Estado colombiano contra la senadora Piedad Córdoba quien, en innumerables ocasiones, ha demostrado la voluntad política para llevar a cabo un acuerdo que posibilite la entrega humanitaria de prisioneros. En declaración reciente Uribe dijo:
“… las FARC ahora, con el apoyo de una dirigente de la política, nos están tendiendo una nueva celada. El Gobierno está informado de que ahora están tramando una nueva liberación humanitaria. Entonces asesinan y enseguida desorientan tramando una nueva liberación humanitaria. Lo denuncio hoy ante mis compatriotas para que no caigamos en esa trampa.
El Gobierno está empeñado, con la Fuerza Pública, en encontrar a los secuestrados. No le vamos a permitir ahora a esa dirigente de la política esa trampa que nos quiere tender con las FARC, aliada del ELN en todas estas acciones terroristas, de lanzarnos la ilusión de unas nuevas liberaciones y de un nuevo acuerdo humanitario. Por anticipado lo decimos: no lo aceptamos.”
Mucho menos se hace mención de las nuevas medidas persecutorias contra el movimiento estudiantil bolivariano secundario y universitario colombiano al que se lo persigue y acosa por defender la lucha revolucionaria en su país.
Esa es la política que defiende Ingrid Betancourt.
Da pena ver cómo los problemas fundamentales que vive Colombia como son la intromisión gringa en los asuntos internos de ese país hermano, la desigual distribución de la riqueza, la pobreza extrema, la existencia de un Estado corrupto de corte fascistoide, represivo al servicio de los grupos de poder, que actúa conjuntamente con el paramilitarismo para defender los intereses de los grandes ganaderos y terratenientes, no hayan sido debatidos en esta gira de Ingrid Betancourt, con miras a encontrar alternativas de solución a los mismos.
Vergüenza se siente ver a esos gobernantes, incluidos los que supuestamente defienden posturas progresistas, recibir en los palacetes de gobierno a ésta personaje de la oligarquía colombiana, a quien, sin cuestionamiento alguno a sus posturas, han brindado todo su respaldo.
Los medios y los periodistas serviles ni siquiera se preocupan por conocer con detalle los planteamientos de Ingrid Betancourt sobre otros temas que no sean las FARC. Por ejemplo, sería bueno saber sus ideas sobre la reciente marcha indígena-campesina realizada en contra de la política de Uribe y que fue reprimida por el ejército colombiano; o sobre el negocio de las pirámides financieras en las que se hallan involucrados los hijos de Uribe.
Los enemigos de la paz en Colombia son aquellos que no han querido sentarse a hablar y buscar la solución efectiva a estos problemas. Y no lo van hacer, porque la clase dominante colombiana no va entregar por la vía del diálogo su poder al pueblo. Ninguna clase social dominante se suicida.
Esa es la razón por la que se hallan empecinados en derrotar a la insurgencia colombiana.
Los poderosos se creen con el derecho de juzgar la lucha de los pueblos y de exigirles su rendición a cambio de nada. La paz que ellos buscan para el movimiento revolucionario colombiano, es la paz de los cementerios.
Por ello es necesario que las fuerzas revolucionarias de izquierda a nivel mundial emprendan una campaña internacional de solidaridad con el pueblo colombiano y sus organizaciones políticas en armas o no, porque en esta lucha el único camino para derrotar a los enemigos del género humano: el imperialismo y sus lacayas oligarquías, es la unidad de las y los revolucionarios.
0 comentarios:
Publicar un comentario