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OTRA VEZ EL NAZI ONAL ATACA A REVOLUCIONARIOS

YVKE- El diario El Nacional, dirigido por Miguel Henrique Otero, se ha vuelto famoso por sus editoriales, que tratan de forma despectiva no sólo al Presidente Chávez y sus funcionarios, sino a las millones de personas que lo siguen y lo apoyan.

Ya el 14 de octubre de 2002 El Nacional había descalificado a los revolucionarios que acudieron a una manifestación en la avenida Bolívar, llamándolos "el mismo lumpen de siempre, convertidos en sempiternos pasajeros de autobuses, con un bollo de pan y una carterita de ron”. El 28 de marzo de 2008 llamó "invitados mercenarios pagados con petrodólares" a los intelectuales que asistieron a un foro contra el terrorismo mediático.

En esta ocasión, este viernes 6 de febrero, el diario emite un nuevo editorial donde, luego de quejarse por el linchamiento que una poblada de El Valle realizó contra un presunto violador, lo atribuye de nuevo a los culpables de siempre: al Presidente Chávez y sus seguidores.

Haciendo malabares, logra relacionar este hecho con el ataque a la sinagoga de Maripérez, y entonces intenta separar a Venezuela en dos grupos: la "sociedad civil", que es "es víctima de un asedio permanente, abusivo y cobarde de parte de los militares". Y, por el otro lado, los que apoyan a Chávez, que son considerados por el autor del editorial como unas "fieras humanas", "fanáticos irreductibles", "paranoicos políticos", "resentidos sociales", "mediocres vengativos", "los despreciables (intelectual y políticamente)", "los peores estudiantes" y "los chambelanes".

Este editorial causó una pronta respuesta de Reinaldo Iturriza López en su blog "Saber y Poder": "Si esto no se llama linchar moralmente a una parte de la sociedad venezolana, entonces no sé cómo se llama".

A continuación, el editorial completo, y luego el artículo "La Ley de Linch", de Reinaldo Iturriza.

Linchamiento

Cuando un venezolano racional y honesto, y no un fanático político o corrupto de siete suelas, se levanta y lee en la prensa que un enardecido grupo pobladores de un barrio de Caracas linchó y quemó a un sospechoso señalado de cometer reiteradamente abusos sexuales contra niñas y jovencitas, de inmediato se pregunta si este país se sigue llamando Venezuela. Porque en verdad, este no es el país por el cual nosotros, los ciudadanos, hemos luchado denodadamente tantas décadas y por cuyo futuro dejamos la piel, desterramos nuestros intereses particulares y, para mayor dolor, enterramos a tanto amigos y compañeros que dejaron la vida en el camino.

Si despertaran de repente y volvieran vivitos y coleando ante nosotros se sentirían profundamente decepcionados ante la pesadilla militar corrupta que vivimos. Se darían cuenta de que los más mediocres militantes tanto de Copei como de AD, o el MEP, así como del MAS y el MIR, hoy son señorones del militarismo en el poder. Y lo que es peor: todo lo más despreciable (intelectual y políticamente) y los peores estudiantes de la UCV, de LUZ y la ULA, de la militancia de la extrema izquierda, hoy se desenvuelve como pez en el agua a la hora de servirle de chambelanes a los dueños del poder.

¿Por qué un país generoso y abierto se convierte de repente en una jaula de fanáticos que dan vivas a los terroristas de Hamas y atacan a la comunidad judía? ¿Por qué atacan a su sinagoga más tradicional y emblemática en Caracas, y cortan relaciones con el Estado de Israel que con tanta dignidad, orgullo y coraje, el gobierno de Venezuela (a través de su canciller de la época, el poeta Andrés Eloy Blanco) contribuyó a insertarse en la comunidad internacional de naciones? La respuesta crucial es porque, desde hace diez años, los venezolanos nos hemos convertido progresivamente en fieras humanas, en fanáticos irreductibles y en paranoicos políticos. En verdad, ¿qué o quién nos induce a una guerra virtual (o quizás oral y mortal) para que, al final, lleguemos a un estado de sitio, en el cual cada quien se prepare para un asalto militar continuo, vitalicio y desesperante? No hay duda: la oposición civil es víctima de un asedio permanente, abusivo y cobarde de parte de los militares.

Las leyes no existen, los tribunales acatan las órdenes de arriba o son destituidos, los fiscales no se atreven a actuar de acuerdo con la justicia sino con los dictámenes del poder, los órganos policiales marchan al son de sus propios intereses y pasan por las armas a quienes consideran delincuentes irremediables. En las cárceles no existe esperanza de redención ni reeducación, sino pena de muerte a manos de los otros presos: no hay prevención, no existe reeducación y mucho reinserción en la sociedad.

Estos actos de linchamiento que estamos padeciendo hoy son la consecuencia directa e inhumana de una prédica de odio desde el poder, expresada en una línea política que asienta sus bases en el resentimiento social y en la venganza de los mediocres.

(Fin del editorial)

Un interesante análisis y respuesta a este artículo fue publicado en el blog de Reinaldo Iturriza, artículo que reproducimos íntegramente a continuación.

La Ley de Lynch

El miércoles se produjo un linchamiento en El Valle, Caracas. La víctima: un presunto violador. En su editorial de hoy viernes, el diario El Nacional (página 10) se pregunta, consternado, "si este país se sigue llamando Venezuela". Se pregunta también: "¿Por qué un país generoso y abierto se convierte de repente en una jaula de fanáticos que dan vivas a los terroristas de Hamas y atacan a la comunidad judía?".

He aquí la respuesta, tres variantes de una misma respuesta:

  1. "La respuesta crucial es porque, desde hace diez años, los venezolanos nos hemos convertido progresivamente en fieras humanas, en fanáticos irreductibles y en paranoicos políticos".
  2. "Estos actos de linchamiento que estamos padeciendo hoy son la consecuencia directa e inhumana de una prédica de odio desde el poder, expresada en una línea política que asienta sus bases en el resentimiento social y en la venganza de los mediocres".
  3. "Y lo que es peor: todo lo más despreciable (intelectual y políticamente) y los peores estudiantes de la UCV, de LUZ y la ULA, de la militancia de la extrema izquierda, hoy se desenvuelve como pez en el agua a la hora de servirle de chambelanes a los dueños del poder".

¿Chambelanes? Veamos:

chambelán.
(Del fr. chambellan, y este del franco *kamarling).
1. m. Camarlengo, gentilhombre de cámara.

¿Estará bien si traducimos "chambelanes" como ayudantes, palaciegos... cortesanos?

Se los concedo: hay que ser bien chambelán para no saber lo que significa la palabra "chambelán".

Éste es un país, que alguna vez fue un buen país, y que llamábamos con orgullo Venezuela, que está dividido en dos tipos de seres humanos:

  1. Fieras humanas, fanáticos irreductibles, paranoicos políticos, resentidos sociales, mediocres vengativos, los despreciables (intelectual y políticamente), los peores estudiantes y por supuesto los chambelanes.
  2. La "oposición civil", la cual "es víctima de un asedio permanente, abusivo y cobarde de parte de los militares". (Cierto: arriba faltó agregar a "los militares").
Si esto no se llama linchar moralmente a una parte de la sociedad venezolana, entonces no sé cómo se llama. Total: me cuento entre los chambelanes.

Eso no me impide, claro está, divagar un poco.

Aunque realmente no existe consenso en torno al origen del vocablo "linchamiento", tal parece que la mayoría de los indicios históricos conducen a la figura de Charles Lynch (1736-1796), oriundo de Virginia, Estados Unidos. Hacendado, se hizo soldado para combatir a Inglaterra, durante lo que los estadounidenses llaman American Revolutionary War y nosotros llamaríamos Guerra de Independencia. En 1767 se hizo juez del condado de Bedford, en su natal Virginia. En 1780 dirigió juicios sumarios en cortes informales contra sospechosos de ser leales (Loyalist) a Inglaterra. Las sentencias fueron diversas: palizas, confiscación de propiedades, juramentos forzados de lealtad y enrolamiento en el ejército. Desde entonces, la Ley de Lynch (Lynch's Law) sería el término empleado para referirse a los castigos organizados pero extralegales contra los criminales.

Si divagara un poco más, sería capaz de escribir aquí que el linchamiento moral del que hace parte El Nacional, junto a muchos otros, prepara el terreno para otros linchamientos. Ya lo vivimos el 12 de abril de 2002. De hecho, de alguna forma vivimos en un 12 de abril permanente. Y en los momentos de mayor violencia, nuestro 12 de abril se convierte en un infame 6 de diciembre de 2002 (cuando Joao de Gouveia asesinó a varias personas en la Plaza Altamira, y se acusó de inmediato a seguidores de Chávez de esto).








Si divagara un poco más, sería capaz de escribir que a este 12 de abril permanente podríamos llamarle la Ley de El Nacional. Pero estoy a punto de jurarles lealtad. Estoy que escupo sobre la tumba de nuestros muertos. Total: yo no soy más que un mediocre chambelán.

(Fin del artículo de Iturriza)

Sería importante que el gobierno bolivariano coloque a efectivos de la Policía Metropolitana a proteger los alrededores del edificio de El Nacional, para evitar la repetición del guión que ellos manejan desde 2002, cada vez que estamos en período electoral: lo próximo que pasará será que alguien, disfrazado con una franela roja, les lance una piedra o una bomba lacrimógena, y eso será convenientemente grabado por ellos y mostrado a los 10 minutos en Globovisión.

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