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GERÓNIMO: SOY APACHE


No hay que decir que la mayoría –por no decir la totalidad- de entre nosotros, sabemos de Gerónimo por el cine. Sus apariciones en el “cine del Oeste” son innumerables, y es bastante probable que la más conocida fuese la de La diligencia (Stegewach, USA, 1939), en la que Gerónimo daba su nombre al temible jefe indio que se empeñaba en atacar el célebre vehículo. El papel fue interpretado por “White Horse”, jefe de la reserva, y sirvió a Ford que en este se le fue la mano. Siendo La diligencia una película progresista (el bueno es un proscrito, la buena una fulana, y el malo, un Botín), la película deja constancia del discurso antiindio y sobre todo, antiapache del “western” más clásico. Los apaches eran los peores porque fueron los más insumisos.

En otras ocasiones, ya en los años cincuenta, después de que James Stewart descubriera en Flecha rota que los indios lloraban y tenían madre (lo cual no era poco descubrimiento), Gerónimo pasó a representar el extremismo apache frente al “centrismo” dialogante de la mayoría, y en otras que siguieron los trazos de su éxito, especialmente Raza de violencia (Taze, son of Cochise, USA, 1954), de Douglas Sirk fuera de su terreno. Esto no quiere decir que no siguieran haciéndose películas de contenido racista, y un ejemplo estremecedor lo tenemos en Hogueras de odio (USA, 1953), de Chales Marquis Warren, que glosaba a los exterminadores como héroes de la nación. El papel del racista de una pieza era Charlton Heston Apache (Bronco apache, USA, 1954) fue una excepción, y ya en los sesenta –con Vietnam al fondo-, se fue operando un cierto cambio, y Gerónimo comenzó a ser reconocido. Gritar su nombre “!Gerónimo¡, se convirtió en un grito de guerra, emblema de los que proclamaban que no se doblegaría ante las mayores adversidades. Eso fue lo que hizo el último gran jefe de los apaches chiricahuas. Entonces, nadie con un mínimo de decencia, podía negar que los nativos norteamericanos fue una gente muy especial, con grandes valores, y que fueron las víctimas…

Muestra de esta nueva conciencia fue la llegada entre nosotros de libros como el de Wilbur R. Jacobs, El expolio del indio norteamericano (Alianza, Madrid, 1973), del que puede darnos una idea lo que se dice en la contraportada: “El modo tradicional de narrar el proceso de colonización de Norteamérica está siendo objeto en nuestros días de una profunda revisión histórica, tanto en lo que respecta a los móviles y comportamiento de los conquistadores como en lo que se refiere a la valora cultural y moral de los derrotados lo que antaño se dibujaba como la romántica marcha hacia el Oeste de un puñado de heroicos pioneros animados por el deseo de una vida piadosa y enfrentados a la perfidia de los salvajes “pieles rojas”, se va configurando hoy, a la luz de las más recientes investigaciones como un choque entre dos culturas que degeneró finalmente en una vasta operación de pillaje, saqueo y genocidio. El expolio del indio norteamericano estudia fundamentalmente las complejas relaciones que mantuvieron durante los siglos XVII y XVIII los angloamericanos de la Colonia Y las tribus de los Grandes Lagos y el valle del Mississipi (iroqueses, cheroquees, delawares, onondagas, algonquinos, creeks, chickasaws, etc.) que cazaban y cultivaban a lo largo de los Apalaches, la primera frontera antes de la gran expansión blanca hacia el Oeste…Wilbur R. Jacobs profesor de Historia en la Universidad de Santa Bárbara presta particular atención a la tenaz lucha que libraron las tribus de los bosques para conservar la tierra recibida de los antepasados y para defenderse de las calamidades ecológicas que las innovaciones en la agricultura y en la ganadería trajeron consigo”.

En la misma línea se situaba la primera edición de las memorias de Gerónimo, Historia de su vida (Gojleyé Go Ichltui yeh) recogidas por S. M. Barret, nuevamente editada por F. W. Turner III, y traducida y anotada por nuestra Manuel Sacristán para la inolvidable colección HIPÓTESIS de Grijalbo, Barcelona, 1975, con 221 apretadas páginas. Sobre este trabajo existen numerosas anotaciones en los trabajos que el amigo salvador López Arnal ha desarrollado en editoriales y en numerosas páginas Web, entre ellas las de la Fundación Andrés Nin…

La presente edición es mucho más completa, y parte igualmente de las confesiones que día a día el “chaman” apache fue desglosando a su intérprete, S.M. Barrett, y que en su día se publicaron con el apoyo del presidente Theodore Roosevelt, que en sus primeros tiempos representó una cierta opinión pública renovadora. Barret ofrece numerosos detalles sobre la recia integridad de Gerónimo, por ejemplo, en una ocasión que cayó una tormenta descomunal, Barret penó que dada la distancia que el viejo guerrero tenía que recorrer para llegar a la cita, era más que natural que no se presentara. Pero Gerónimo se presentó, simplemente porque había dado su palabra.

La que comentamos es pues la primera traducción íntegra en España, y su origen hay que encontrarlo en un viaje de su traductor, Javier Lucini, a las reservas indias de Estados Unidos, en una de las cuales adquirió un ejemplar del libro, lo que, unido a que San Jerónimo es el patrón de los traductores (por verter la Biblia al latín), le animó a ponerse manos a la obra. Lucini ha declarado que en otoño publicará, también en Mono Azul, 'Apacherías', un diario de ese viaje mezclado con la historia de los apaches, un pueblo que, dijo, "tuvo en jaque al ejército norteamericano y fue el símbolo de la resistencia y hoy pervive en condiciones penosas, con altos índices de alcoholismo y desempleo". Habrá que tenerlo en cuenta.

La edición es coincidente con el centenario de la muerte del gran líder apache. El título que le ha puesto la editorial sevillana Mono Azul, Soy apache, hace honor a las dos únicas palabras que pronunció la india apache a la que, en la ceremonia de los Oscar de 1973, en Hollywood, a la que Marlon Brando le encargó que recogiera el premio que ganó con su antológica interpretación de El padrino. El editor también ha destacado que el idioma que Gerónimo utilizó siempre para entenderse con el hombre blanco fue el español -de hecho S.M. Barrett le hizo de intérprete en ese idioma, que vertía al inglés- y sus grandes enemigos no fueron los casacas azules del norte sino las tropas mexicanas. Tropas mexicanas fueron las que, en una incursión comercial al sur de los chiricahuas, masacraron a las mujeres y los niños apaches, en una acción en la que, sin justificación militar ni defensiva alguna, perecieron la madre, la esposa y los tres hijos pequeños de Gerónimo.

Esa pérdida fue la que llevó al joven “chaman” Gerónimo -se hizo guerrero y se casó con 16 años- a ponerse al frente de tres tribus apaches que atacaron el norte de México y diezmaron la sección de caballería que había cometido la cobarde acción contra mujeres y niños indios. Gerónimo, que debía su nombre a una victoria sobre el ejército mexicano que se produjo el día de San Jerónimo, asumió el mando de la nación apache deportada a la reserva de Fort Sill, en Arizona y, en 1880, fue el responsable del hostigamiento a las fuerzas del general George F. Crook para tratar de mantener su territorio.

Detenido en 1884, se fugó y resistió varios años hasta que, agotado y sin recursos, se entregó voluntariamente al general Miles, quien, según estas memorias, le dijo: "El presidente de los Estados Unidos me ha enviado para hablar contigo. Ha oído hablar de tus problemas con los blancos, y dice que si aceptas suscribir un tratado, ya no habrás más problemas". Pasó varios años en trabajos forzados y, finalmente, en 1894 se instaló en Oklahoma La única condición de Gerónimo era volver a Arizona, pero el pacto de Miles no se cumplió, el jefe indio volvió a ser considerado un criminal, pasó varios años en trabajos forzados y, finalmente, en 1894 se instaló en Oklahoma como agricultor. Allí posó para los fotógrafos a cambio de dinero, se convirtió en una especie de atracción de feria y, en los últimos años de su vida, dictó estas memorias. Unas memorias de lectura apasionada, y repleta de elemento de interés. Baste anotar las explicaciones que ofrece Gerónimo sobre la creación del mundo según la mitología de su pueblo. Esto y mil detalles más, detalles que dejan constancia que los apaches fueron un pueblo del que tenemos muchas cosas que aprender desde nuestra nadería consumista.

En otra ocasión me gustaría reincidir sobre el capítulo de Gerónimo y el cine…

Pepe Gutiérrez

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