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92 años de la gesta histórica del proletariado soviético


LA REVOLUCIÓN QUE NO CESA

Caracas, 05 nov. 2009. Por: Jerónimo Carrera.- Pretender escribir algo realmente novedoso, y emitir sobre el tema algún juicio de factura original, sobre un acontecimiento histórico de tanto peso y significado para toda la humanidad, como lo ha sido y sigue siendo la revolución cuyo aniversario festejamos este 7 de noviembre los revolucionarios de todo el mundo, es una tarea que –lo confieso, sinceramente– está fuera de la intención de estas líneas.

Pero sí creo que en las circunstancias actuales en nuestro país en un clima de cierto antisovietismo que surge paradójicamente –por la derecha y por la izquierda– en sectores que aparentemente sólo en el anticomunismo coinciden, es indispensable tomar la ocasión para poner de relieve al menos algunos aspectos de la trascendencia que mantiene la Gran Revolución Rusa de 1917.

En primer lugar, se debe tener en cuenta que la iniciada por el proletariado ruso ese día, concretamente en Petrogrado, nunca fue estrictamente una revolución “nacional”.

Los llamados bolcheviques no fueron nacionalistas, ni meros patriotas.

Tampoco eran socialistas, con propósitos progresistas que sirven de antifaz a la colaboración entre explotados y explotadores.

Por eso Lenin propuso de inmediato un cambio de nombre del Partido, “quitándonos la ropa sucia”, o sea tomando el nombre de comunistas.

Luego, después de cinco terribles años de guerra civil y de derrotar la más descarada intervención extranjera, esos bolcheviques crearon en 1922 un nuevo tipo de Estado, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, conocida como la URSS, y basada en la libre adhesión, voluntaria y sin presiones de ningún tipo, de los pueblos que antes habían estado dentro de la “cárcel de pueblos” que había sido el imperio zarista.

Algo muy similar a la propuesta que un siglo antes hizo Simón Bolívar a nuestros pueblos americanos, al salir de esa otra “cárcel de pueblos” que era el imperio español.

Lo más admirable de esa revolución, sin duda alguna, fue su continuo y permanente internacionalismo.

Nunca antes ni después se ha llevado a la práctica con tanto tesón la idea central de Marx y Engels resumida en aquel célebre llamado ¡Proletarios de todos los países, uníos”.

De allí vino ya en 1919, y en medio del caos contrarrevolucionario, la creación de la III Internacional. Una organización que se encargó de sacar el marxismo de sus hasta entonces llamados confines, en unos veinte o treinta países, casi todos europeos.

Acá a Venezuela nos llega por la acción de esa organización, y así puede circular aquí el 1º de Mayo de 1931, clandestinamente, bajo aquella bárbara y horrenda dictadura feudal-petrolera de Juan Vicente Gómez un primer manifiesto del Partido Comunista de Venezuela, cuya primera célula, se fundó en Caracas el 5 de Marzo de ese mismo año.

Nació el PCV, al igual que la mayor parte de los partidos de corte marxista–leninista que hay hoy en el mundo, como resultado de la labor de propagación del marxismo a escala mundial que se inicia con la toma del poder en Rusia por los bolcheviques.

De esa revolución rusa –denominada como la de Octubre para marcar su diferencia con otra previa, la de febrero, del mismo año, de carácter burgués y con la cual había sido derrocado el zarismo, y también porque en el calendario ruso antiguo el 7 de noviembre, correspondía a la fecha del 24 de Octubre– escribió el periodista estadounidense Jhon Reed, convertido en convencido revolucionario, que habían sido los “Diez días que conmovieron el mundo”.

Digo yo que esos diez días se han prolongado hasta estos años últimos, y su ejemplo sigue tan vigente como la revolución que en nuestros países americanos dirigió Simón Bolívar hace cerca de dos siglos.

Por lo tanto, me permito del gran poeta Miguel Hernández, un notable comunista español, tomar prestado algo del título de su sugestivo El rayo que no cesa, y lo he puesto a encabezar estas breves palabras de homenaje al Gran Octubre.

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