Por: Sergio Gil.
Sin duda que el siglo XX y el siglo XXI que nos ha tocado vivir definitivamente han estado tejidos sobre grandes procesos sociales levantados por las masas proletarias de los pueblos, épocas de estallidos contundentes que merecen con gloria el puesto que les ha colocado la historia como experiencias de la ardua lucha revolucionaria legada por los pueblos en alza contra el capitalismo y el imperialismo. Teniendo un comienzo con cuatro revoluciones en lugares que el grandioso Karl Marx había profetizado donde podrían desarrollarse atropellados y desesperados pasos para la liberación y transformación total del Estado de acuerdo a sus condiciones y realidades sociales, estamos hablando de países que se encontraban en el atraso, básicamente agrícolas y rurales, sin casi clase trabajadora y poblaciones eminentemente analfabetas; y por lo tanto estos pueblos fueron reacios a proclamas, tesis y panfletos que imponían las religiones y las secuelas de las ultimas monarquías y dictaduras. Nos referimos por supuesto a los movimientos telúrico-sociales que afectaron a la sociedad generando las revoluciones en México (1910), China (1911), Rusia (1917), como también Cuba (1959).
Esas revoluciones generaron en su momento las más grandes expectativas para la humanidad. Las revueltas que se llevaron a cabo por los bastiones de mujeres y hombres conscientes de cambiar el mundo a través de los medios posibles, elevando la sublevación de las fuerzas populares, empleando la forma mas próxima de toda revolución, cual es, el de las armas, el de abrir fuego contra el injusto modo de producción por la conquista de la liberación sobre la agresión reaccionaria de la burguesía y el imperialismo. Superando las contradicciones políticas internas esas que son naturales que estén presente en todo proceso revolucionario pero cual solo el pueblo, la clase mas sentida por la opresión debe adelantarse y tomar a cargo las riendas de dirección por encima de los intereses individuales del núcleo burgués y sus atomizados vicios, en el momento en que la convicción, el análisis, la metodología y la conciencia revolucionaria, alza los mas sólidos principios revolucionarios convirtiéndola en una sola fuerza política como instrumento de vanguardia, es difícil que la reacción pueda derrumbar a una revolución. Pues romper contra estos regímenes establecidos para las revoluciones se hace sostenidamente inevitable en cualquier momento de la travesía expuesta en la agudización de la lucha de clases y su atenuante violencia desarrollista, interpretando su desenvolvimiento sea de manera rápida, lenta, llevada en etapas y al fin de su profundidad, sea este el caso que lo amerité, tiene por objetivo desbaratar y destruir los regímenes injustos y opresivos, en función de crear sociedades más humanas y sensibles.
Recordando que hace cien años las diversas revoluciones del siglo XX estaban de frente contra la furia desatada por las potencias nacionales conformadas en los bloques de poder imperialista, (el capitalismo más acabado rebelado como fuerza integral) para el apoderamiento del mundo. Existiendo la necesidad de las revoluciones, del despertar de los pueblos, de sus masas explotadas que dieran el revés capaz de cambiar la historia de guerra que sometía a la sociedad mundial con la implosión de la I Guerra y la II Guerra Mundial.
La revolución mexicana armada que lucho incansablemente, resistiendo junto al movimiento obrero, campesino y anarquista contra la dictadura de Porfirio Díaz y la seguidilla de traidores apatridas, lacayos que le cedieron durante la revolución; pues muy bien guiados bajo el dominio imperialista de Estados Unidos, no encontró resolver las formulas que presentaban las contradicciones en muchos frentes políticos, sociales y los enclaves leguleyos que imprimían los gringos astutamente con la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, terminaron por cerrarle la rebeldía al ejército del General Emiliano Zapata y Francisco “Pancho” Villa.
La revolución China que derrocó a la corrupta dinastía menchù que había gobernado al imperio del centro por varios siglos fueron totalmente destruidos, implantándose la proclamación de la republica en 1911 contó con su pronto final que demostró plenamente que era impracticable el proyecto de una revolución burguesa en China. Esto se debía a que China ya vivía en la época del imperialismo y era un país oprimido por éste, y a que el enemigo principal de la revolución era precisamente el poderoso imperialismo internacional. La Revolución de 1911 y las sucesivas luchas desatadas a continuación para salvarla del fracaso fueron derrotadas principalmente por los caudillos militares, que gozaban del pleno apoyo de los imperialistas. Como enseñó Lenin, “en la época del imperialismo, una nación oprimida no puede conseguir la auténtica libertad sin una serie de revoluciones”. Evidentemente, con el fin de vencer al imperialismo, es imperativo movilizar en forma amplia y profunda a las masas populares y llevar a cabo una prolongada lucha revolucionaria. Semejante responsabilidad de dirección está decididamente más allá de la capacidad de la burguesía, y únicamente el proletariado es capaz de asumirla. El camarada Mao Zedong dijo: Excepto la clase obrera, “en la época del imperialismo, ninguna otra clase en ningún país puede conducir una verdadera revolución a la victoria.” Dijo además: “¿Por qué terminaron en el fracaso los cuarenta años de actividad revolucionaria de Sun Yat-sen? Porque en la época del imperialismo, la pequeña burguesía y la burguesía nacional no pueden conducir ninguna revolución verdadera a la victoria.” Siguiéndole casi cuatro décadas de anarquía, guerra civil e invasiones extranjeras; un período de desintegración que sólo termino con el triunfo definitivo de los comunistas teniendo al frente de la dirección al gran timonel Mao Zedong, en octubre de 1949.
La Gran Revolución Socialista de Octubre, la revolución bolchevique, cual se desarrollo bajo el calendario juliano vigente en la Rusia zarista, fue abolido por la revolución para situarse en el calendario gregoriano, incorporado al siguiente año en 1918; luego que el 25 de Octubre de 1917, el líder bolchevique, Vladimir Lenin, dirigió el alzamiento en Petrogrado, la entonces capital de Rusia, contra el gobierno provisional de los mencheviques liderizado por Alexander Kerensky.
La insurrección del asalto al Palacio de Invierno, acción dirigida por el camarada Vladimir Antonov tras un disparo de salva desde el crucero Aurora hacia el exterior del Palacio, define la toma por completo del poder, la madrugada del 7 de Noviembre, fecha con la que se conmemora oficialmente la revolución en la actual Rusia neoliberal.
Fue una hazaña previamente organizada en el I Congreso de los bolcheviques, trabajada y discutida sobre las bases sociales del pueblo ruso, agotado del régimen zarista, trazaban las líneas políticas y organizativas para aplastar la opresión del imperio zarista, cuales muy bien conocían del hecho creciente que motivaba a todas las fuerzas proletarias del pueblo ruso. Concretándose en su II Congreso de los Soviet. Demostrándole que la organización de las masas del pueblo podían en cualquier momento derrocar al oprobioso zarismo, inevitablemente se concreto dicha acción para llevar al triunfo los intereses de liberación nacional y construcción del socialismo de las mayorías, los (bolcheviques). Proclamándose consigo la revolución, la instalación de un Consejo de Comisarios Populares que convocaría de inmediato una Asamblea Constituyente y esta anunciaría los (Decretos de Paz y de Tierra).
El Decreto de Tierra, ratifico las acciones emprendidas por los campesinos en el apoderamiento de las tierras que poseía la aristocracia rusa y los kulaks, otorgándole tierras para el trabajador campesino. Así mismo se conformaron en una amplia y fuerte alianza obrero-campesina, cual inscribió para siempre al movimiento revolucionario comunista los instrumentos de trabajo de los trabajadores del campo y de las fábricas, cruzados como una sola fuerza emancipadora de la transformación social de las clases, expresados en la hoz y el martillo entrelazados, como los símbolos universales que identifican al movimiento obrero, trabajador del mundo que lucha contra la explotación patronal, las reivindicaciones laborales y la liberación definitiva de la sociedad y la humanidad.
Es preciso destacar el carácter de la revolución rusa, esta siempre fue intensamente dirigida en la perspectiva de la teoría socialista. Donde la organización de las masas trabajadoras estaban afinadas al unísono de la dirección del Partido (CCCP), hecho que se llevo el tiempo que le correspondió al debate, discusión y participación amplia de todas las corrientes de pensamiento filosófico-político para la construcción cohesionada de los cuadros mas elevados y capaces, convencidos de cambiar el modo de producción capitalista y hacerlo no de una cúpula explotadora, si no de todo el pueblo, adquiriendo conciencia de clase, pasando a ser, el real Poder de transformación social del Estado y la sociedad de justicia y equidad, profundizando el desarrollo tecnológico industrial y científico, potenciando el conocimiento en todos los campos de la ciencia, abriendo los portales a la independencia de la producción.
No queda duda alguna que la URSS, es ejemplo formidable de las revoluciones construidas por los pueblos en estos últimos tiempos de subversión del orden establecido por la clase burguesa, teniendo como todo proceso sus errores, fallas, debilidades y aciertos, de alguna forma y manera ha servido para tomar de ella sus mejores experiencias y ejemplos para pasar a convertirlas en creación de nuestras realidades concretas que nos presenta el desarrollo concreto de hoy frente a las adversidades bestiales cuales promueve el imperialismo en nuestros pueblos de Latinoamérica, el Caribe y el mundo que resisten los oprobiosos embates del imperialismo.
La Revolución Bolivariana tiene que ser parte de las experiencias históricas de las revoluciones anteriores, aprender de ellas, sacar el mejor provecho de los saltos teóricos-prácticos cuantitativos y cualitativos que produjeron la organización de los trabajadores y el alcance desarrollado en los diferentes frentes de producción del campo y la industria, el desarrollo científico- tecnológico. Pero sobre todo en la formación integral, humanista, pedagógica e intelectual en las disciplinas de la educación, la cultura, las artes y la adquisición de la conciencia de clase, del aprestamiento desinteresado del internacionalismo proletario y la solidaridad con los pueblos en lucha contra el imperialismo y la instauración de la liberación nacional y el socialismo única salida para la salvación de la humanidad y el futuro de las nuevas generaciones.
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